“La función de producción Cobb-Douglas”: Una visión corta desde la perspectiva de Georgescu-Roegen
Por: Luis García Morales
Estudiante de Economía - Universidad Nacional "Hermilio Valdizán"
Estudiante de Economía - Universidad Nacional "Hermilio Valdizán"
Desde que el
hombre apareció en la faz de la tierra, la economía existió de manera implícita
en los quehaceres del hombre. De hecho, con el paso del tiempo se fueron
formando la economía como una base de estudio específico, al igual que otras
disciplinas como la medicina, psicología, física, etc. Aun así, el error en
economía -en especial de los preponderantes de la escuela neoclásica (base en
la actualidad en los cursos de economía)- es que se dejaron llevar por la “ley newtoniana” (Max-Neef,
2014) ,
pese a que tenían inferioridades al no ser físico. Ergo, con el paso del tiempo
se venía la sorpresa de que el comportamiento del universo no era lo mismo que
el comportamiento económico, ya que la primera se podía medir con absoluta
precisión, mientras que con la segunda no pasaba eso, por ser una disciplina
muy compleja.
Varios
representantes heterodoxos, y a la vez un poco olvidados, hicieron aportes importantes
a diferentes planteamientos neoclásicos. Pues bien, en este pequeño escrito
citaré a uno de las mentes más brillantes que tuvo el siglo pasado “Nicholas Georgescu-Roegen”, denominado por Paul Samuelson (premio Nobel de Economía) como “el erudito entre los eruditos, el economista entre los economistas” (Carpinterio) . A Georgescu
se le reconoce más por tender puentes entre economía, termodinámica y biología; de ahí surge llamada “bioeconomía”,
rama conocida posteriormente como “Economía Ecológica”. Por
otro lado, también hizo aportes importantísimo a la heterodoxia desde la
perspectiva de la “ley de entropía” (segunda ley de termodinámica), en especial,
a los procesos de producción (función de producción de Cobb-Douglas) que se
pondrá en cuestión.
Cuando Georgescu-Roegen
se sumergió en las venas de la teoría económica neoclásica, manifestó
su asombro al reconocer el
evidente problema económico de esta teoría; pues, resulta que su
problema es en sí de cálculo y que se funda en un vacío epistemológico: encontrar precios de equilibrio, tales, que maximicen el beneficio del productor y el consumidor (Véase: Bunge, 1982, pág. 8). La teoría
económica supone que una vez
encontrado ese vector de precios
se alcanza
el bienestar
social general. No es casual
que Jevons, uno de los fundadores de esta teoría, la llamara "teoría de la mecánica de la utilidad y el autointerés" (Georgescu-Roegen, 1976).
Las conclusiones que surgen al plantear de este modo el proceso económico son las siguientes: (a) los agentes no tienen ideas, por lo tanto asisten a un mercado guiado por
preferencias y deseos de consumo
que no sabemos cómo se forman;
(b) los productores producen con métodos también desconocidos para el economista, así, se infiere que es improbable que existan problemas “estrictamente económicos”. Lo que queda por resolver es un problema meramente mecánico: dada la información de demandas y ofertas y ceñidos
a ciertos supuestos, encontrar los precios de equilibrio. Su problema
puede resolverse
de forma ajena a la observación del mundo real, sólo con operaciones
lógicas matemáticas. A lo que Georgescu-Roegen llamaba “economía de lápiz y papel”.
Georgescu-Roegen exhibió fuertes inconsistencias de esta economía de “lápiz y papel” a partir de su estudio de la función de producción de la teoría neoclásica. Nuestro autor se
encargó de demostrar la inconsistencia del supuesto de sustitución perfecta
de los factores que ostenta, hasta hoy en día, la teoría. Este supuesto resultaba sumamente restrictivo, en
tanto que ignora los elementos
cualitativos que influyen en dicho proceso.
La forma clásica
Cobb-Douglas, Q=(K)^a (L)^(1-a) (donde 0 < a < 1), expresa la
combinación
de los factores
que participan en el proceso de producción (Nicholson,
2008) . Las variables más comunes
son el trabajo (L) y el capital (K). Sin embargo,
no todos los elementos incorporados
en la producción
pueden describirse bajo la etiqueta de capital o trabajo.
La producción requiere materias primas
(recursos naturales), porque ellos son
los agentes
que el trabajo
y el capital
transforman. A su vez, la fuerza humana y el capital
funcionan con energía. El primero consumiendo energía en forma de alimentos, y el otro, energía humana y alguna otra variedad
de energías (p.ej. electricidad, carbón, petróleo,
energía solar, etcétera). Tampoco puede olvidarse que al producir algo, siempre se
genera un residuo o desperdicio.
Para
ilustrar, supongamos que queremos producir pizza, según la receta de Solow (en alusión
a la función
Cobb-Douglas) lleva a hacer
dicho producto
únicamente con el cocinero (L) y sus materiales de cocina (K). No necesitamos harina, huevos, azúcar y demás,
o electricidad, gas o incluso leña. Si queremos un pizza más grande, el cocinero
sólo debe batir más rápido en un
recipiente más grande
y cocinar el recipiente vacío en un horno más grande; nada nos sugiere
que la cocina tenga que limpiarse porque la receta de producción no genera nada de basura, más que eso, podemos hacer no sólo un pizza, sino cualquier
tipo de platillo sin preocuparse de las diferencias
cualitativas de los ingredientes
o incluso de las cantidades de ingredientes. Pero, si uno profundiza un poquito el
tema en cuestión se dará cuenta rápidamente, que tan solo con el capital (K) y el trabajo (L) será imposible producir dicho bien. Como se ve, ninguno
de estos
elementos (harina, huevos,
azúcar y demás,
o electricidad, gas o incluso leña) son asimilados en la función Cobb-Douglas
tradicional y, por tanto, es
una fotografía mutilada de la producción.
Ahora bien, la
pregunta por allí quizás es ¿cómo pudieron olvidarse los representantes
neoclásicos de esos detalles?, no es que se olvidaron, ya que, después del
planteamiento tradicional este razonamiento se incorpora en la “variante Solow-Stiglitz”. Sin embargo, el problema
de fondo no se arregla simplemente incorporando todas las variables mencionadas (recursos naturales, energía, desperdicios, etcétera). El problema de fondo de la
función Cobb-Douglas es su estructura: los factores son multiplicativos y los coeficientes indican la proporción de cada uno de ellos; la suma de esos coeficientes
es igual a la unidad.
Esta condición exige que una disminución de la cantidad
de alguno de los factores sea compensada con otro factor para mantener constante
la producción. Esta característica justifica el supuesto de sustitución perfecta de los
factores. Este supuesto
implicaría que todos
los factores tienen
las mismas o muy
similares cualidades, porque
sólo así algo está en calidad de sustituir las funciones
de otra cosa.
La respuesta a estas objeciones de los neoclásicos, como bien señala
Dante Urbina, podría ser fácil: “agregar la variable R (recursos naturales) a la función de producción ¡y listo!”. A lo
que el profesor Dante Urbina responde: “¡Qué
ignorancia! Una ignorancia solo comparable con aquella que muestran también
dichos economistas cuando pretenden haber comprendido el proceso de cambio
tecnológico solo porque han incorporado una variable A en la función de
producción” (pág. 66) .
Veamos según la “variante
Solow-Stiglitz” de la forma Cobb-Douglas,
la cual contiene la variable R (recursos naturales):
Q=(K)^a (L)^b (R)^c
tal que: a + b
+c = 1
Es decir, la sustitución perfecta entre factores significa
que los factores productivos pueden llevar a cabo idénticas funciones dentro
del proceso productivo. De esta manera, si uno de ellos hiciera falta, podría
usarse el otro factor y el proceso productivo continuará su curso (Nicholson, 2008) .
Aquí se puede mostrar la inconsistencia de la sustitución perfecta de factores: Q (producción) puede mantenerse constante incluso si R tiende
a cero (R→0), en tanto halla suficiente
L y K que sustituyan la merma de recursos naturales (R).
Prosiguiendo con el
ejemplo de la pizza, ya habiendo incorporado los recurso (R), imaginemos que para producir una pizza necesitamos un cocinero
(L), un cuchillo (K), máquina (K) y cuatro kilos de harina (R), pero al tener la función un efecto multiplicativo,
podemos producir e incluso la misma cantidad, pese al reducir la harina a un
kilo e incrementar bien el factor capital (K)
o trabajo (L). Desde luego, esas
cosas jamás ocurren en la vida real, ya que con un mínimo insumo es imposible
que se dé
la
misma cantidad de producción. Pues bien,
la inconsistencia surge porque cuando
R→0, forzosamente, en algún momento,
también lo harán K y Q. Hay
al menos
dos razones:
la primera es que el mismo capital
–máquinas-herramientas es creado con materias
primas, éstas vienen de otro
proceso, donde también entraron recursos naturales. Así dado que la creación de K también depende de R, a medida
que R disminuye, también
disminuye la probabilidad de producir K; la segunda razón es que el capital por sí
sólo no genera ninguna transformación material, su función dentro del proceso es actuar sobre el flujo de insumos.
De modo que si en un momento dado no hay otra cosa sino capital fijo para la producción, el proceso
no podría ser posible.
El capital
fijo es un agente de
producción siempre que tenga materia prima (o flujo de insumos) para transformar. A esto nos referimos cuando
decimos que el
capital opera sobre el flujo
de insumos.
Son estos
contraargumentos los que permiten sostener que el capital y los
recursos naturales tengan funciones necesariamente complementarias, no sustitutivas.
Pues esta crítica de Georgescu-Roegen nos muestra claramente que la economía tiene límites ecológicos (Urbina, 2015).
Incluso si el supuesto de sustitución perfecta fuera válido, en la realidad, no
habría ningún factor indispensable en ningún proceso de producción. Pero,
como vemos, siempre hay elementos que no pueden suplantarse. ¿A qué responde
esta representación neoclásica de la producción? ¿Qué sentido tiene su afán cuantificador y representar abstractamente algo que no ocurre en la realidad?
Básicamente la teoría persigue
subordinar todo el estudio a un análisis
de precios y el criterio
cuantificador se
sobrepone a cualquier otro (Cervantes, 2018) .
Al parecer la
economía no atraviesa su mejor momento, está inmersa en una corriente de
incredulidad convencional poco realista. Sin embargo, por oscuro que aparezca
el panorama, hay planteamientos importantes por parte de los representantes no
convencionales y poco valorados hasta
hoy en día, que con un estudio más profundo nos ayudarán a tener un mejor
criterio.
Referencias
Bunge, M. (1982). Economía y Filosofía. Madrid:
Editorial Tecnos.
Carpinterio, Ó. (s.f.). En el
centenario de Georgescu-Roegen. (S. L. Arnal, Entrevistador)
Cervantes, T. H. (22 de 07 de 2018). Breve
exposición de las contribuciones de Georgescu-Roegen a la economía ecológica
y un comentario crítico. Obtenido de Argumentos: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0187-57952008000100003
Georgescu-Roegen, N. (1976). Energy
and Economic Myths: Institutional and Analytical Economic. Nueva York:
Editorial Pergamon.
Georgescu-Roegen, N. (1996). La Ley
de la Entropía y el proceso económico. Madrid: Fundación Argentaria -
Visor Distribuciones.
Max-Neef, M. (03 de 07 de 2014). Manfred
Max-Neef: La economía desenmascarada. Del poder y la codicia a la compasión y
el bien común. Obtenido de https://www.youtube.com/watch?v=66n9v9uK_PA
Nicholson, W. (2008). Teoría
Microeconómica: Principios básicos y ampliaciones. México D. F.: Cengage
Learning Editores S. A.
Urbina, D. A. (2015). Economía para
Herejes: Desnudando los Mitos de la Economía Ortodoxa. Charleston:
CreateSpace.
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