“Conocer el pasado para resolver la crisis teórica presente”: La necesidad de estudiar la historia del pensamiento económico
Por: George Durand Cori
“No
hay presente sin pasado”: cuánta verdad se esconde bajo esta frase. En la vida
hay momentos que constituyen una revelación pues basta una sola mirada para
comprender que en algunas situaciones las sospechas son fundadas.
La
enseñanza de la Economía debería comenzar con la profundización en la materia
“Historia del Pensamiento Económico”. Lamentablemente se suelen desdeñar las cuestiones
históricas por poner en supremacía la economía cuantitativa. A consecuencia de
ello, como señala Urbina (2015), se “monopoliza la enseñanza de lo que restrictivamente
se ha llamado ´teoría económica´ en casi todas las facultades de economía del
mundo” (p. 10). A este respecto, cabe citar la reveladora anécdota que refiere
Ravier (2012): cuando un alumno le preguntó al profesor Gregory Mankiw sobre el
libro La Acción Humana de Ludwig von
Mises, él amenamente respondió “No lo he leído” y ofreció la siguiente
justificación: “En Economía se asume que cualquier cosa escrita hace más de 20 o
30 años es irrelevante”. Que esto venga de un economista sumamente famoso es
motivo de grave preocupación y explicaremos por qué.
Se
comprende que (en el mundo académico es cosa admitida) no se puede entender la
economía sin conocimiento de su historia. Y, sin embargo, por razones nada
difíciles de averiguar, la historia del pensamiento económico (y la historia de
la economía) nunca ha sido un campo popular de estudio (cfr. Galbraith, 1991,
p. 13) pese a que allí se encuentran autores de gran mérito académico y todos
los economistas tienen un adeudo (directo o indirecto) con sus autores.
Ahora
bien, antes de diferenciar la historia de la economía de la historia del
pensamiento económico, ha de especificarse qué es lo que se entiende por “historia”.
De acuerdo con Mises (2015): “La historia estudia la acción humana, es decir,
las acciones ejecutadas por individuos y por grupos de individuos. Describe las
condiciones bajo las cuales las personas vivieron y la manera en que
reaccionaron a esas condiciones. Su tema son los juicios de valor y las
finalidades que los hombres han perseguido guiados por esos juicios de valor, los
medios a los cuales han recurrido para alcanzar las finalidades
perseguidas y el resultado de sus acciones. La historia estudia las reacciones
conscientes del hombre a las condiciones de su medio, tanto natural como
social, determinado por las acciones de generaciones anteriores, así como por
las acciones de sus contemporáneos” (p. 57). Esto nos conduce indudablemente a
examinar la función que cumple la historia en la economía.
En
efecto, el análisis de los múltiples acontecimientos referentes a la acción
humana constituye el objeto de la historia, siendo así esta una imagen
sintetizada de otros tiempos, formulada en términos ideales. Dado esto, la
historia de la economía es como un reflejo del mundo en el que se han
desarrollado ideas económicas específicas (cfr. Galbraith, 1991, p. 15). Por
tanto, dentro de ese marco, la historia -entendida como el entorno del
desarrollo social y económico del hombre actuante- está atada a la evolución de
las ideas de acuerdo a su contexto.
Dado
esto, resulta pertinente examinar la cuestión a la luz de la distinción entre enfoque relativista y enfoque absolutista en la historia del
pensamiento económico.
Respecto
del primer enfoque, escriben Landreth y Colander (2006): “A los historiadores
relativistas les interesan las fuerzas históricas, económicas, sociológicas y
políticas que llevaron a los hombres (…) a examinar ciertas cuestiones
económicas y el modo en que estas fuerzas determinaron el contenido de la
teoría emergente” (p. 4). Es decir, el historiador relativista considera todas
las teorías a la luz de su propio contexto en el pasado a partir del cual se
puede aprender para el futuro. Bien dicen que en tiempos difíciles hay que
agarrarse a las raíces. Un claro ejemplo de esto es que cuando sucedió la
crisis financiera de 2008 se comenzó a tomar en cuenta a autores con enfoque
relativista como Minsky (2008), quien sostenía que el mercado financiero es
inherentemente inestable y propenso a crisis, o Shiller (2003), quien, atendiendo
a los factores que generan una “exuberancia irracional” ante el aumento de un
activo, vio venir la crisis gracias a sus estudios sobre las burbujas
económicas a través de la historia. Y también puede mencionarse al prominente crítico
a la economía ortodoxa, Steve Keen, que con sus estudios desde una perspectiva
amplia pudo también predecir la crisis. Estos economistas fueron objetos de
burlas y hasta ridiculizados. Sin embargo, cuando estalló la burbuja, muchos
lamentaron el haber ignorado contribuciones y advertencias como las de ellos.
En
lo que se refiere al otro enfoque, Landreth y Colander (2006) apuntan: “Los
historiadores absolutistas ponen el acento en las fuerzas internas, como la
creciente profesionalización de la economía, para explicar el desarrollo de la
teoría económica. Los absolutistas sostienen que el progreso de la teoría no
refleja meramente las circunstancias históricas, sino que depende del
descubrimiento y la explicación de problemas o paradojas sin resolver por parte
de profesionales formados que reaccionan a los avances intelectuales que surgen
en el seno de la profesión. Según este enfoque, es posible ordenar las teorías
en términos absolutos según su valor; lo más probable es que la teoría más
reciente contenga menos errores y se aproxime más a la verdad que las teorías
anteriores” (p. 4). Tal parece que este es el enfoque que los economistas
ortodoxos han hecho prevalecer hasta nuestros días. Por ejemplo, Samuelson
(1977) afirmó que “dentro de todo economista clásico hay un economista moderno
tratando de salir”, entendiendo como “economista moderno” a aquel que para sus
contribuciones utiliza exclusivamente la modelización y la formalización
matemática. Y a paso siguiente afirma que “con un truco de manos, uno puede extraer
de Adam Smith un modelo valioso”.
Y
el caso de Samuelson, como economista ortodoxo por excelencia, resulta
especialmente revelador pues, sin negar que hizo importantes aportes a nuestra
ciencia, debemos recordar que también optó por “hacerse el ciego” ante las
sólidas críticas de Joan Robinson sobre la heterogeneidad del capital y hasta
desdeñó a los economistas focalizados en la historia del pensamiento económico
como una especie de incapaces. En efecto, “Samuelson llegó incluso a afirmar en
1954 que los economistas incapaces de seguir la revolución matemática después
de la Segunda Guerra Mundial, son los que se refugian en la historia del
pensamiento económico” (Ravier, 2012). Pues bien, ese fetichismo por la
matematización ha contribuido no solo a las crisis de las economías (países)
sino también de la propia teoría económica que él defendió. Baste mencionar al
respecto que su colega George Stigler puso en jaque su propio trabajo poniendo
en cuestión la curva de oferta ascendente.
Temas
como las crisis, el dinero, la inflación, el rol del empresario, el cálculo
económico, la controversia del capital, la teoría del valor, los ciclos
económicos, la estructura de la producción, entre otros, ya fueron
profundamente estudiados por diversos pensadores en épocas precedentes. En ese
contexto, es bueno conocer qué ideas prevalecieron, qué ideas llevaron a daños
sin precedentes, qué ideas trajeron prosperidad, pero, sobre todo, qué ideas siguen
vivas actualmente entre nosotros y de qué manera están influyendo en la teoría económica
y en nuestras vidas.
Hoy
tenemos que repensar cada acontecimiento económico. Puede que el avance de la
economía haga venerar lo matemático, cayéndose así en una necedad de “pretensión
del conocimiento” (Hayek, 1989). Pero es hora de que no solo se siga un
lineamento de estudio y que la teoría económica esté íntimamente relacionada
con la historia de la economía y la historia del pensamiento económico, ya que
cada proceso evolutivo, social o económico, ha sido causado por un sinnúmero de
ideas, siendo que varias de ellas, aunque están plenamente vigentes, al mismo
tiempo están siendo olvidadas.
Valorar
y meditar la historia de la economía y el pensamiento económico nos permitirá
tener una perspectiva diferente frente a cada hecho. Y tener una perspectiva
amplia sobre ello es de suma importancia pues no debemos olvidar que, como
remarca Urbina (2015), “la economía es un campo donde la ´buenas´ o ´malas´
teorías pueden tener efectos muy grandes en la realidad, y que van desde los
más maravillosos hasta los más devastadores” (p. 11). Así que debemos mirar a
la teoría económica en retrospección (Blaug, 1997), con ese escepticismo que
hoy se tiene dada la crisis teórica. Quizás aún encontremos recetas que no se
ha tomado en cuenta. O quizá tan solo optaremos por cegarnos ante una teoría
que parte de una hoja en blanco y desdeñaremos lo demás. Las controversias
entre autores no deberían hacernos caer en la ofuscación sino más bien darnos
luces. Y si caemos en la ofuscación, pues es hora de que la humildad y el
estudio riguroso del pasado nos guíe por un camino distinto al de hoy.
Referencias:
Blaug, M. (1997). Economic
Theory in Retrospect. Cambridge: Cambridge University Press.
Galbraith, J. K. (1991).
Historia de la Economía. Barcelona: Ariel.
Hayek,
F. A. (1989). The pretence of knowledge. The American Economic Review, 79(6),
3-7.
Landreth, H. &
Colander, D. (2006). Historia del
Pensamiento Económico.
Madrid: McGraw-Hill.
Mises,
L. (2015). La Acción Humana: Tratado de
Economía. Madrid: Unión Editorial.
Minsky, H. (2008). Stabilizing An
Unstable Economy. New York: McGraw-Hill.
Samuelson, P. A. (1977). A modern theorist's
vindication of Adam Smith. The American Economic
Review, 67(1), 42-49.
Ravier, A. (2012). La historia del
pensamiento en la educación del economista. En: Ravier, A. (ed.). Lecturas de Historia del Pensamiento
Económico. Madrid: Unión Editorial.
Shiller,
R. (2003). Exuberancia Irracional.
México: Océano.
Urbina,
D. A. (2015). Economía para Herejes:
Desnudando los Mitos de la Economía Ortodoxa. Charleston: CreateSpace.
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